el concepto de producto, o sea las características del producto que pueden ser modificadas. Por ejemplo en el caso de toallas de papel para cocina, podrá tratarse del tamaño de los rollos, eventuales dibujos, capacidad de absorción etc. Y lo mismo será para productos inmateriales como los servicios: en el caso de un curso de formación podremos elegir la procedencia del personal docente (universitarios, trabajadores, etc), el medio de fruición (presencial, on line etc). Todas las características relativas al concepto de producto se pueden establecer para nuevos productos pero se pueden también cambiar en el desarrollo de nuestra actividad y guardan realción directa con el tipo de público al cual el producto se dirige. Por ejemplo será distinto pensar en rollos de papel para restaurantes o para venta a particulares en supermercados, a un curso de formación para niños o para adultos mayores etc.
– la calidad del producto, que en términos de marketing no significa calidad como valor absoluto sino su capacidad de ser adecuado al segmento de mercado al cual el producto está dirigido. En este sentido un valor importante es la comparación con productos del mismo segmento. Por ejemplo para que mis rollos de papel resulten más atractivos podría ofrecer en la confección un pequeño gadget, como un cuchillo o un tenedor de colección, o imprimir en los mismos rollos algunas recetas.
– la confección del producto o packaging, que se conoce como “el vendedor silencioso” y que a menudo es muy importante para la elección definitiva del cliente. De hecho cuando el público tiene que elegir entre muchos productos sustancialmente iguales, la confección acaba jugando un rol determinante. Más allá de su alto valor comunicativo, la confección protege el producto y asegura su integridad y buena conservación.
Por producto, entendemos cualquier bien, servicio o idea que se ofrece al mercado. En definitiva, es el medio que se utiliza para satisfacer las necesidades del consumidor.
Este concepto, no debe centrarse únicamente en las características o atributos internos del producto, sino en los beneficios que aporta, las emociones que genera tanto a la hora de su compra, como durante su uso.
Asimismo, no solamente tenemos que ver el producto como el bien o servicio que adquiere el cliente, por ejemplo, comprar un iPhone, sino que tendremos que tener en cuenta los aspectos formales que rodean al producto, y en el caso del iPhone, sería el servicio de atención al cliente, las tiendas especializadas que se encuentran en cada ciudad, las políticas de garantía…
Y es que el producto es tanto el producto básico, como los aspectos formales del mismo, y todo ello es lo que condicionará la oferta del mismo.
Es por ello que, antes de comercializar un producto, es necesario realizar los siguientes pasos:
– Generar una marca entorno al producto: Fomentar una marca entorno al producto, permite identificar mejor nuestros productos y a su vez, diferenciarlos de la competencia.
– Desarrollar servicios relacionados: En este punto tendremos que valorar si nuestro producto incluye la instalación del mismo, mantenimiento, asistencia técnica y financiación de la compra.
– Valorar el ciclo de vida del producto: Valorar las fases por las que transcurre el producto, la pérdida de eficiencia en el mismo desde su lanzamiento hasta su retirada, es un aspecto importante, pues en función de la pérdida de eficiencia será importante introducir en el mercado nuevos estímulos de compra.
– Diferenciación del producto: ¿Cuáles son las características que hacen único a nuestro producto? La diferenciación va a constituir una ventaja competitiva.
– Eliminar productos antiguos e introducir nuevos: Pues en función de los ciclos de vida de los productos, y la implementación de mejoras a nivel tecnológico y funcional, será necesario retirar antiguos productos e introducir nuevos, con la finalidad de que nuestra marca no pierda valor, y a su vez generar nuevas necesidades en el mercado.

